martes, junio 30, 2009


Presentación Recital “Esa letra pequeña que nos arde” 24 Junio 09

El emperador Romano Nerón mandó incendiar Roma deliberadamente para provocar su renovación y purificación y cantar su letra a la vista del espectáculo según cuenta cierta historia. Y el poeta anónimo del romancero castellano dijo:

Mira Nero de Tarpeya
a Roma cómo se ardía;
gritos dan niños y viejos,
y él de nada se dolía.
…/…

De ver abrasar a Roma
gran deleite recebía,
vestido en sénico traje
decantaba en porfía.

Me entero por Wikipedia que en el mito griego Zeus había privado a los hombres del fuego. Un tal Prometeo, (algunas malas lenguas dicen que Prometeo era un desliz de Hera, la esposa de Zeus) robó el fuego de los dioses para darlo a los humanos en su beneficio. Prometeo subió al monte Olimpo y lo cogió del carro de Helios , y consiguió devolverlo a los hombres.

Pero Prometeo fue castigado por los dioses por este acto de soberbia. Zeus se vengó también de Prometeo e hizo que le llevaran al Cáucaso, donde fue encadenado por Hefaistos. Zeus envió un águila para que se comiera el hígado de Prometeo. Siendo éste inmortal, su hígado volvía a crecerle cada noche, y el águila volvía a comérselo cada día.

Igual que a Segismundo de La vida es Sueño de Calderón de la Barca al que

En llegando a esta pasión
Un volcán, un Etna hecho
Quisiera arrancar del pecho
Pedazos del corazón

El 21 de junio se produce, el día más largo del año en el hemisferio norte. Porque la celebración del Ciclo Cósmico se disfraza de modo sincrético de otros ritos y otros mitos impuestos y superpuestos, imposible de erradicar el sentimiento y la celebración ancestral de los ciclos de la germinación, la renovación, de los ciclos agrarios, del pan, liturgia de muerte y resurrección, en definitiva del hombre enraizado en la tierra pero imbricado en el universo.

Y el fuego como protagonista; el fuego purificador y regenerador: Fuego Catártico en el que abrasar los malos augurios y las penurias del pasado representadas en ocasiones en monigotes de cartón o en los muebles viejos e inservibles arrojados a sus llamas sobre las que saltar , en las que pisar las brasas ardientes, o danzar alrededor en una celebración y una liturgia ancestrales que invoquen la energía del sol y la renovación.

En los antiguos mitos griegos a los solsticios se les llamaba “puertas”. La “puerta de los hombres”, según estas creencias helénicas, correspondía al solsticio de verano a diferencia de “la puerta de los dioses” del solsticio de invierno .

El fuego es símbolo porque en su conciencia interna el hombre sabe que el fuego destruye lo malo y lo dañino. Por tanto Rito de fuego, purificación , catarsis, recomienzo, renacimiento.

Recuerdo de mi infancia un libro de aventuras fascinante del novelista J. H. Rosny En busca del Fuego del que Jean Jacques Annaud hizo también una fascinante película sobre los hombres del Paleolítico. Conquistar el fuego.

Hace muchísimos siglos parece que en el Monte Sinaí ardía una zarza y una palabra que significaba El que es.

A Leconte de Lisle le surgió un día revolucionario una letra sobre su mesa y que ardió en la guerra contra los Prusianos que decía Vayamos niños de la patria, el día de la gloria ha llegado.

Por eso no hablaremos esta tarde de esa letra pequeña que dicen falaz y traidora de un contrato, de una hipoteca, de un documento que nos ata a alguna obligación , casi siempre penosa, no.

Y es que a veces nos arde la sangre, pero también nos arden los sueños. Porque pueda ser que La letra y el fuego estén ligados intimamente, porque pueda ser que la letra y el fuego sean en realidad la misma cosa y si al final prevaleciese la ceniza , no será sino después de haber ardido.

Hoy en la tarde desde un puente
Vi al sol entrar en las aguas del río
Todo estaba en llamas.
Ardían las estatuas , las casas , los pórticos
Llameaban los cuerpos sin quemarse. Octavio Paz

Junio, paraíso entre muros,
que levantas la antorcha de tus árboles
Ardiendo en la púrpura vesperal…
Bajo tu sombra quiero ver madurar los frutos… Pablo García Baena

Ardiendo está todo el mar. Rafael Alberti

Y pueda ser también que no necesitemos recorrer la tierra desolada para buscar el fuego como los hombres del Paleolítico. Porque el fuego esté tal vez en una palabra. Y como en un "quincuagésimo día" de un "Pentecostés" reunidos aquí por el vínculo de sentimientos comunes como ráfaga de viento que nos envuelva repentinamente, las lenguas de fuego de la palabra se posen sobre nuestras cabezas.

Porque algunas palabras son grandes sin necesidad de que sus letras también lo sean, es mas, diría que casi todas las letras de las palabras grandes son pequeñas. No hacen falta mayúsculas para decir pan, para decir perdón, para decir justicia o para decir te quiero.

Solamente:

Esa letra menuda
que abrasa la memoria,
ese signo pequeño
que calcina los días
esa palabra breve
de combustión interna;
la que espera impaciente
el soplo de unos labios
que alcen desde su ascua
un pavoroso incendio
de pasión imparable…

Por eso esta tarde hablamos de otra letra pequeña, de la letra pequeña cuando viene a la mente después de haberse contagiado quizá del latido de otra víscera y sabemos que es verso , que esta ahí, que es con suerte y si un papel a mano el primer verso de un poema, porque quema, porque arde, porque nos arde.

Uno de los poetas “novísimos” el catalán Pere Gimferrer allá por los 70 dijo:

“… las ubres ciegas del pasado, el agua
Latiendo al fondo de un poema, el fuego
Crepitando en la cumbre de un poema”

Muchas gracias. Les invito hoy a caminar descalzos sobre la brasa de nuestros poemas. Esa letra pequeña que nos arde. Damos paso a nuestro Recital de Verano

RECITAL

Llegamos al fin de nuestro recital de verano, Les emplazamos a nuestro Próximo Recital de Otoño en Noviembre, mitigado ya el fuego del Solsticio pero esa letra pequeña que seguirá ardiéndonos será el rescoldo que garantice lo que dijo Gustavo Adolfo Becquer

Mientras las ondas de la luz
al beso palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías…

No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira.
Podrá no haber poetas,
pero siemprehabrá poesía. Gustavo Adolfo Becquer

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